sábado, 13 de diciembre de 2025

“ ID A ANUNCIAR A JUAN LO QUE ESTÁIS VIENDO Y OYENDO"

Reflexión del Evangelio Domingo 14 de Diciembre de 2025. 3º de Adviento.

"El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá"

¿Quién de nosotros, al contemplar el mundo de hoy, cuando vemos el telediario o leemos las noticias (que siempre suelen ser malas) no tiene a veces la sensación de que el futuro es oscuro, de que todo se va al garete, de que esta sociedad nuestra, plagada de guerras, materialismo e injusticas está perdida?

O, en la propia existencia, las experiencias que nos toca vivir en ciertas ocasiones, ¿no nos han hecho sentir que todos los esfuerzos y trabajos de cada día son estériles, no dan fruto… que la vida es una estepa desértica en la que solo cabe esperar más pérdida y dolor?

Son vivencias muy humanas, muy reales que puede parecer que imposibilitan cualquier forma de alegría, pero es precisamente en esa constatación de que somos una humanidad frágil y lastimada donde únicamente tiene sentido la esperanza del adviento que nos anuncia Isaías.

Una esperanza que es fundamental para todo ser humano, imprescindible para la vida pues es el cimiento que nos sostiene ante el sinsentido o el sufrimiento.

"Sed fuertes, no temáis. ¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y os salvará"

Pero no nos sirve cualquier esperanza, el profeta nos anima a fortalecernos en una esperanza verdadera, que no puede ser ingenua, egoísta ni pasajera; ni el simple optimismo de quien cree inocentemente que todo va a salir bien; o una expectativa pasiva del que se sienta a aguardar que algo suceda.

Una que esté puesta solo en el Dios que no nos abandona nunca, que viene a colmar los anhelos más profundos de la humanidad: la muerte de la muerte, el fin de toda lágrima, el triunfo del amor para siempre.

El adviento, en su doble dimensión, nos ilumina notablemente, pues nos preparamos para celebrar una encarnación que ya es un hecho y, por tanto, podemos conocer y reconocer los signos del reino a nuestro alrededor, las señales del cumplimiento de las promesas que hemos recibido. El saber descubrirlas hoy nos restablece en la espera de la plenitud de ese cumplimiento, de la venida final del Señor.

"Ven, Señor, a salvarnos"

Por eso seguimos esperando, por esa razón continuamos transitando el adviento, un camino que solo se puede recorrer si de verdad somos conscientes de las carencias y dolores del ser humano; si nos duele en carne propia cada gota de sangre que se derrama en la tierra, cada soledad, cada carencia… si realmente sentimos con urgencia que necesitamos como individuos, como iglesia, como humanidad, todos uno, de la Buena Noticia.

Porque sentimos una necesidad íntima que sólo colma el encuentro que experimentamos con Jesucristo, el encuentro con el niño que nace… la plenitud del encuentro definitivo con Cristo en su Gloria…  eso es lo que nos lleva a esperar, con alegría profunda, aún más de Él.

"Hermanos, no os quejéis los unos de los otros"

Y es así, junto al rostro sufriente de la realidad, desde el compromiso con los descartados de nuestra sociedad, cuando la esperanza nos muestra cómo afrontar lo que la vida nos depare, a superar los obstáculos y dificultades, a “ser” en plenitud.

Lo que esperamos deja de ser un ideal lejano para convertirse en una fuerza activa, concreta, un don recibido de lo Alto y de nuestros mayores, que reside en lo más profundo de nuestras heridas y lo transforma todo: el modo de vivir, la forma en que nos relacionamos, convierte en peregrinaje lo que podía ser una vida errática y sin rumbo.

"Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo"

Por todo ello, el texto de san Mateo nos invita a detectar las señales del Reino, de la acción de Dios en nuestra cotidianidad; a valorarlos, disfrutarlos y agradecerlos.

Que con ellos y junto a Jesús aprendamos a ver todo el amor y la bondad que nos rodea; a caminar y crecer rompiendo con las perezas, los egoísmos y temores; a dejarnos liberar de todo lo que nos somete y nos resta libertad o dignidad; a escuchar y comprender la Palabra y los signos de los tiempos; a convertirnos también, cada uno de nosotros y todos juntos en comunidad, en un signo de esperanza, en un anuncio, una predicación viva del Evangelio.

"¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!"

Es preciso aprender a hacerlo, comprender que Él siempre está más allá de nuestras expectativas, de lo que creemos bueno o malo, de la forma en que nos gustaría que respondiese y se resolviesen las cosas.

Es el momento de robustecer y depurar nuestra esperanza para que únicamente resida en Jesucristo, de despojarnos de cuanto nos condiciona con la confianza en que su amor no defrauda, con el deseo de hacer su voluntad y no la nuestra.

No estamos solos ni desahuciados, el Señor acompaña nuestra historia y viene, siempre viene, aunque en ocasiones no sea como imaginábamos… ya está aquí porque también tiene sed de nosotros.

lunes, 8 de diciembre de 2025

"ALÉGRATE, LLENA DE GRACIA"

Reflexión del Evangelio Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Frente al jardín del Edén….la casa de Nazaret.

Conocemos bien el relato: Adán y Evan viviendo en la dicha inocente del Edén, desnudos en el paraíso sin vergüenza o problema alguno. Ciertamente podría haber sido el final feliz del relato, sí; pero no reflejaría la realidad de nuestro mundo. El paraíso reclama realismo por medio de una serpiente que habla, en concreto, que engaña y arruina la dicha en la que vive la pareja.

La astucia de la serpiente se manifiesta en el uso y dominio que tiene de la mentira y la media verdad, las cuales sirven para minar la confianza de Adán y Eva en la palabra dada por Dios bueno y creador. La serpiente contrarresta la palabra de Dios iniciando la senda del engaño: “De ninguna manera moriréis (si comeís del arbol). Es que Dios sabe muy bien que el día que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” Esto que dice la serpiente es verdad en dos aspectos: por un lado, el conocimiento moral no causa la muerte por sí mismo y, por otro, quien alcanza este conocimiento se hace semejante a Dios. Pero lo que el relato deja claro es que una libertad movida por la desconfianza en la palabra de Dios resulta incompatible con la vida (Gn 2,16-17).

Y sabemos bien cuál es la consecuencia inmediata de esta libertad desconfiada: la vergüenza, es decir, se dieron cuenta de que estaban desnudos y sintieron vergüenza el uno del otro ciñéndose con hojas de una higuera. La vergüenza surge de repente ante la mirada del otro; hasta ese momento, la mirada del otro era sin vergüenza.

A continuación, en medio de esta atmosfera vergonzosa, aparece Dios por el jardín a la hora de la brisa. Adán y Eva se esconden entre los árboles. Dios los busca incesantemente al no encontrarlos: ¿dónde estáis? Adán responde que al oírlo por el jardín, tuvo miedo y se escondió. Ahora, la culpa aparece en nuestro relato: Adán, Eva, la serpiente… Todos escapar de la responsabilidad, todos sienten no sólo vergüenza, sino ahora culpa. Adán y Eva se sienten juzgados por la mirada de Dios sobre sus acciones. Dios aparece como portador de los valores que Adán y Evan han transgredido: la obediencia y la fidelidad de unos a otros.

Adán y Eva tienen una existencia eterna, sin fin, movida por la desconfianza en la palabra de Dios. Esto es, por definición, el infierno. Y Dios no va a permitir un infierno eterno para Adán y Eva. Aparece así la muerte como límite para el débil albedrío de Adán y Eva.

La casa de Nazaret

La Anunciación es la gran tabla mariana pintada por Lucas. Todo es narrado bajo la atmosfera de la cotidianeidad de Nazaret que viene rota por el acontecer de Dios por medio de su ángel Gabriel. No es una serpiente la que habla, sino el enviado de Dios.

El ángel saluda a María como “llena de gracia”. Son quizás estas palabras del saludo en las que la Iglesia comenzó a ver la Inmaculada Concepción de María, es decir, ella ya estaba llena de gracia antes de que el ángel llegara. El ángel no le dice “recibirás la gracia”, sino "llena de gracia” porque Dios la había preparado desde su concepción.

El acontecer de Dios en Nazaret viene envuelto con una primera palabra clave: no tengas miedo. El ángel quiere abrir la senda de la confianza en la que se revela la verdad. El miedo provoca la desconfianza. El ángel no lleva al engaño como la serpiente ni a medias verdades.

María escucha el mensaje del ángel: “Concebirás y darás a luz a un hijo, al que pondrás por nombre Jesús… (Lc 1,31)” María será la madre del Hijo del Altísimo. El ángel ofrece a María el regalo de acoger en su seno la divinidad; Eva es incitada por la serpiente a robarla del árbol, es decir, a tomarla, a apropiarse de la divinidad porque Dios se la está ocultando, según la serpiente.

María recibe como don la divinidad; no se apropia, sino que recibe y acoge. Toda nuestra miseria viene de querer tomar lo que Dios quiere ofrecernos. Queremos ser felices, pero a nuestra manera. Queremos amor, pero sin entrega. Queremos vida, pero sin cruz.

Dos mujeres. Dos jardines. Dos conversaciones. Dos respuestas. Es esta solemnidad de la Inmaculada Concepción se nos invita a contemplar el misterio de que el acontecer de Dios se acoge no sólo tal y como viene, sino sobre todo como don.

sábado, 6 de diciembre de 2025

"ESTÁ CERCA EL REINO DE LOS CIELOS"

Reflexión Evangelio Domingo 7 de Diciembre de 2025. 2º de Adviento.

Las lecturas de este domingo son una invitación a soñar un tiempo mejor. No es “ciencia ficción” o un triste optimismo que empieza y acaba en nosotros mismos. Es el tiempo de Dios que somos invitados a acoger como un compromiso y una opción de vida. No queremos que estas semanas pasen de manera rutinaria, sino asumirlas como oportunidad para cambiar nuestro día a día. Es el tiempo de Dios, es nuestro propio tiempo…

Es tiempo de acoger la promesa de un futuro mejor

Isaías nos evoca a todos los que sueñan con un futuro mejor, nos llama a unirnos a la causa de la esperanza. El profeta tiene en su mente un tronco que fue llamado a ser fecundo y que ahora está talado, quemado y sin futuro. Fue la promesa que Dios hizo a David, el hijo de Jesé de Belén. Aquel gran rey trajo a Israel paz y prosperidad y la mantuvo su hijo Salomón. El árbol que crecía con fuerza con el tiempo fue destrozado. Cuando se escribe este texto, Israel vive sus momentos más bajos: no queda nada de su esplendoroso pasado. Nada. Pero el profeta ve más allá, intuye que queda la raíz, esa que nadie puede destrozar. Anuncia vida y savia nueva, que pueden brotar desde lo escondido. Y es Dios quien tiene capacidad para hacerlo, un Dios que trabaja en lo oculto y profundo de la tierra, donde las personas no vemos…

El Adviento nos empuja a cambiar la mirada y reconocer, más allá de las ruinas y el caos tan evidentes en el mundo y en nuestros espacios más cercanos, el trabajo que Dios está haciendo en lo oculto de la realidad. Los pequeños brotes nunca se imponen ni son evidentes a simple vista. Percibirlos y apostar por ellos es confiar en las promesas de Dios, tener la certeza de que este mundo sigue en sus manos, que Él lo cuida, nos cuida, que no estamos desamparados, que aún nos espera un futuro mejor. No es tiempo para pesimistas sino para gente de mirada y corazón atentos.

Es tiempo de creer y apostar por la paz y la justicia

El profeta nos habla de un personaje desconocido, “el brote del tronco de Jesé”. Sabemos ahora que se refiere a Jesús en quien culmina la fecundidad de la Historia humana. ¿Qué trae a este mundo? Lo que más necesitamos: la concordia, representada con imágenes increíbles de la naturaleza. Una visión realista consideraría imposible lo que Isaías describe, esa paz elevada a las cotas más altas. ¿Cómo alcanzarla? Quien lo haga tendrá sobre sí la plenitud del Espíritu: la inteligencia de Salomón, la fortaleza de David, la piedad de los patriarcas… “Somos enanos a hombros de gigantes”: la causa de la no violencia, la paz y la justicia nos empuja, ante todo, a creer y apostar, a hacer camino con otros. No podemos conformarnos con la realidad que vivimos desde el argumento de que el cambio es imposible. Militar en las obras de la paz y la justicia es una llamada de Dios que atraviesa toda la Escritura. El tronco de Jesé, que es ahora esta Iglesia frágil, tiene fuerza para alzar su voz y aunar esfuerzos para construir un mundo mejor.

Es tiempo de fortalecer la esperanza, apoyada en la paciencia y el consuelo

Pablo escribe a los cristianos de Roma, una comunidad dividida: los “débiles” permanecen aferrados a las tradiciones y cumplimientos del judaísmo, aún no han dado el paso de confiar en el “Dios que todo lo hace nuevo”; los “cristianos fuertes” han asumido el mensaje de novedad que ha traído Jesús, su manera diferente de entender el vínculo con Dios y los hermanos, manifestado en su vida y en su Pascua. Hay tensiones entre ambas formas de acoger el compromiso cristiano, los “modernos” y los “nostálgicos”. Pero una comunidad no crece cuando se centra en las diferencias, sino al caminar juntos en la misma dirección. ¡Qué actual nos resulta esto! ¿Qué propone el Apóstol? Volver a Cristo, el único que nos une, manteniendo sus mismos sentimientos; acogernos mutuamente como hermanos; fortalecer la paciencia de caminar unidos, que nunca debe despreciarse o darse por sabida; apoyarnos en el consuelo que viene de la Palabra de Dios. Han pasado bastantes siglos, pero en este Adviento sigue siendo urgente el compromiso (tan propio del Papa León) de apostar por la unidad que debe caracterizar a los creyentes. ¡Este es un gran signo de esperanza!

Es el tiempo de escuchar a los profetas: conversión y bautismo

Juan Bautista debió ser muy original. Mateo lo representa con los atributos externos propios de los profetas. Él va a ser, para el evangelista, el mismo Elías que la tradición judía esperaba al final de los tiempos para traer al Mesías. Juan es duro, especialmente con los más hipócritas. No ofrece nada (al contrario de lo que hará Jesús), solo pide confesión de los pecados, conversión y bautismo. Dicho con otras palabras: coherencia de vida, autenticidad, sencillez y mirada a Dios. Su objetivo es preparar al pueblo para que la llegada del Mesías sea como la semilla que cae en buena tierra. Siguen siendo hoy muchos los profetas, también originales, que gritan por un mundo mejor, que quieren llamar a nuestras conciencias dormidas para invitarnos a construir una vida más plena. Adviento es buen momento para escuchar, sin juicios, su música y reconocer en ella el lenguaje de Dios.

Es tiempo de desear la salvación que trae Jesús

El Bautista presenta al Mesías como un labrador. A Jesús le gustaba también el campo para hablar de su misión. El hacha sirve para podar sarmientos y ramas de modo que la planta se haga fuerte. El bieldo (la horca con la que se levantan las espigas en la era para que el viento separe el grano de la paja) sirve para sacar una buena cosecha. La salvación que ofrece Jesús se sigue eligiendo. Él quiere enriquecernos personalmente. Nuestra fe no es una mera distracción o cumplimiento, sino un compromiso de vida que nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos. Volver a Jesús es apostar por dejarnos salvar por Él, en todo lo que nuestra existencia necesita aún de salvación. En este Adviento conviene que nos preguntemos si realmente necesitamos a Cristo para que nuestra vida adquiera más plenitud, para que hagamos de este mundo el Reino que Dios quiere.

“ ID A ANUNCIAR A JUAN LO QUE ESTÁIS VIENDO Y OYENDO"

Reflexión del Evangelio Domingo 14 de Diciembre de 2025. 3º de Adviento. "El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la est...